Era el cadí o juez de la asediada ciudad de Saraqusta, un cargo muy respetado en la sociedad musulmana.
Quince días antes de la entrada de Alfonso I en Zaragoza dirigió una misiva al emir almorávide, Tamin Ibn Yusuf ibn Tasufin, gobernador del Levante, recabando una ayuda urgente. Las palabras de su carta reflejan a la perfección la angustia que se vivía en la ciudad tras los seis meses de asedio. A 3 de diciembre de 1118 escribió el siguiente texto “¡Oh, almorávides!, hermanos nuestros en la fe de Alá, ¿acaso creéis que si le sucede a Saraqusta lo que inevitablemente parece amenazarla, vosotros podríais respirar tranquilos?, ¿O acaso el resto de al Andalus podría encontrar algún medio de salvarse?. Pues, ¡no! Y por Alá que los infieles os arrojarán de ella, os sacarán casa por casa. Saraqusta, guárdela Alá, es el muro de contención de al Andalus, y abierto este portillo, seguidamente se abrirán todos los demás … De cualquier forma no te retrases ni un sólo momento, piensa que la situación es muy angustiosa; ¡ayudadnos!, pues de lo contrario seréis responsables ante Alá de nuestras vidas, de las de nuestros hijos y, también de la suerte que corran nuestras haciendas“.
De nada sirvió su desesperada petición. El 18 de diciembre de ese mismo año el Batallador tomaba posesión de la ciudad.